Amadeo Romà Martorell (†)
El Miragall de paper vos invita a llegir esta curiosíssima descripció dels usos i costums dels castellonencs de mitjan segle XX referits a les bodes. Són unes quartilles de l’obra inèdita titulada Apuntes etnológicos sobre Villanueva de Castellón. Es tracta d’un treball d’Amadeo Romà redactat en 1955. L’advocat i amic seu Salvador Franco Solano el va prologar. L’autor advertix al principi que «Quizá uno de los pincipales defectos de este trabajo consista en que todo está hecho bajo mi punto de vista, muy personal». Este defecte, en Amadeo, però, esdevé la seu principal virtut, ja que és esta visió personal la que més ens interessa ara, al cap de 67 anys.
Fiestas.- Es costumbre que el novio invite a sus amigos a una paella, generalmente el domingo anterior a la boda, acompañándoles en este ágape los varones de la familia.
No es siempre paella, sino en casos excepcionales es una cena, con muchos dulces y licores.
Como es natural aquí, la fiesta viene después de la comida en común: se bebe, se enmascaran la cara, se canta, se echan truenos de artificio, se alborota y se escandaliza, siempre o casi siempre dentro de la moral y buenas costumbres.
Regalos.- El momento de anunciar el próximo enlace es antes de la primera amonestación,[1] con dos o tres días de antelación.
Salen de casa en casa, la novia y una amiga por una parte, las hermanas o primas del novio por otro, avisando la proximidad del enlace.
Las palabras que suelen emplear en estos avisos son: “El diumenge m’amoneste”, “El diumenge s’amonesta el meu germà”; y esto viene a ser como una pedida diplomática del regalo de boda, que hacen los amigos.
La manifestación primera suele ser quince días antes de la boda; y durante este tiempo afluyen regalos a casa del novio y de la novia.
Los objetos que se regalan suelen ser los propios para la instalación de una nueva casa: vasos de cristal, cacharros de porcelana, lámparas, cuadros, etc.
La ceremonia.- No tiene nada de particular aquí, sencillamente es muy bonita y distinguida.
Antes, los pobres se casaban muy de madrugada, antes del alba, sin luces casi en la iglesia; los ricos, por el contrario, muy tarde, con mucha pompa.
Ahora, se casan al amanecer solamente los viejos y viudos; pues la diferencia social no existe, al menos en lo ostensible.
El novio, vestido de traje negro, corbata color perla, va a casa de la novia, acompañado de su familia e íntimos.
En casa de la novia espera ella con toda su familia, también rodeada de amigas.
Normalmente siempre es más digno que el novio no encuentre a la novia completamente dispuesta. Conviene que espere a más mejor.
Y salen de casa de la novia, camino de la iglesia.
La novia primero, del brazo del padrino; detrás del novio, dando el brazo a la madrina.
La novia viste traje blanco, con cola o sin ella. En casos excepcionales, traje negro, de buena factura.
El padrino de boda es por parte del novio, generalmente el que le trajo a la pila bautismal.
La madrina, por parte de la novia, también con la misma condición. Padrino y madrina han de serlo del primogénito del matrimonio, en el acto del bautismo.
La madre de la novia no acostumbra ir a la iglesia; queda en casa, llorando las más de las veces. No obstante, ahora vivimos el principio de una nueva época, las madres lloran menos y ríen más.
En la iglesia casi siempre es lo mismo, excepcionalmente adornan las amigas de la novia el altar, con flores blancas y ramaje verde.
En el instante que salen de la iglesia de la impresión de la realidad del matrimonio; salen el novio y la novia del brazo, ya marido y mujer.
Los convidados al banquete son muchos, unos cuatrocientos en término medio. Este se celebra en casa del novio, verdadero bacanal, derroche desordenado de dulces, chocolate, licores, etc.
La gente aquí es expansiva, alocada en muchos momentos; y en estas fiestas, más que nunca da rienda suelta a su carácter festivo, abierto y alegre.
Los novios salen de viaje, quizá el único de importancia que harán en su vida; y se despiden de los invitados en la misma casa del banquete, con un adiós general; allí queda el alboroto de viejos y jóvenes, mientras el joven matrimonio se aleja del pueblo, en busca de la luna de miel, idealizada y apetecida.
Viudedad.- La mujer viuda que se casa no es bien mirada en el pueblo, se rebaja un poco.
El varón viudo necesita casarse de nuevo, pero siempre encuentra dificultades en la familia de la mujer muerta, en sus hijos. Aquí se casan casi todos, habiendo pruebas palpables de que es un acierto el nuevo matrimonio, especialmente para la educación de la prole de la anterior o anteriores uniones; sin ocultar tampoco que excepcionalmente existen casos en que la relación entre madrastra e hijastros no han sido nada cordiales.
El viudo o viuda se casa al amanecer, en la intimidad, en evitación de cencerradas; y siempre las segundas nupcias motivan el comentario de las comadres del pueblo durante un término medio de una semana.
Article recuperat per F. Xavier Martí i Juan
[1] Notificació pública que fa l’Església del nom i de les circumstàncies dels que volen contraure matrimoni, perquè els feligresos puguen manifestar l’existència de qualsevol impediment que impossibilite la unió (Diccionari Normatiu Valencià).